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Tiempo


Ya eran casi que cinco años que Marco se levantaba a las siete de la mañana para ir a trabajar. Mientras preparaba el café y desmoronaba los huevos en el sartén, prendió la tele y en el primer canal hablaban de teorías conspirancionales: alienígenas, encapuchados que quieren dominar el mundo, saboteos del gobierno, etc. Una de ellas logró llamarle la atención, que hablaba especialmente sobre el tiempo. Decían que por la tecnología y que por las vueltas tan rápidas que daba el planeta se generaba tal fenómeno, pero le pareció muy difícil de comprender y apagó el televisor de un golpe. Mientras tomaba el desayuno, se dispuso a mirar la ventana. Al fijar su vista en el árbol de las manzanas rojas con manchas cafés de su patio, pasaron horas.

Casi de súbito, las manzanas estaban en el suelo. Habían pasado dos semanas desde que puso su cuerpo en aquella silla y se dignó a sentarse en el comedor y contemplar tal espectáculo. Con los ojos hinchados, casi sin reconocer el amanecer y el anochecer, dos meses se pasaron a punto de pistola con una gran dosis de pólvora que sale de una pistola: casi imperceptiblemente avanzaba el tiempo. Y, finalmente, Marco con la cara hundida en los huevos revueltos y el café formando un charco a nivel de un mar, había pasado un año. Se paró, se lavó la cara y pensó que en algo tenía razón ese programa, pero la vida sigue, estaba cansado y tenía que ir a trabajar.



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